El primer punto a entender es que, cuando se adquiere un auto usado a un comercio, concesionaria o intermediario profesional, rige la Ley de Defensa del Consumidor. Esto significa que el comprador está amparado por una garantía legal obligatoria que no puede ser eliminada ni reducida, aun cuando el vendedor intente hacerlo. Esta garantía cubre defectos que afecten el funcionamiento del vehículo, ya sean visibles o no al momento de la compra.
La duración de esta garantía es de tres meses como mínimo, aunque muchos comercios suelen extenderla por decisión comercial. Durante ese período, si aparece un problema mecánico, eléctrico o estructural que no haya sido informado previamente, el comprador puede exigir la reparación gratuita del vehículo. Si el daño no puede repararse o se repite, la ley habilita a solicitar la devolución del dinero o un reemplazo equivalente.
Cuando la compra se realiza entre particulares, la situación es distinta. En estos casos no aplica la Ley de Defensa del Consumidor, pero sí el Código Civil y Comercial, que establece la llamada garantía por vicios ocultos. Esta protege al comprador frente a fallas graves que el vendedor conocía —o debía conocer— y no informó. La clave está en que no se trata de cualquier desperfecto, sino de defectos que hacen que el vehículo resulte impropio para su uso o disminuyan su valor de manera considerable.
Para que esta garantía se aplique, es necesario demostrar que el problema estaba presente antes de la compra, aunque no fuera visible. Si se comprueba el vicio oculto, el comprador puede solicitar la rescisión del contrato o una reducción del precio. En algunos casos, incluso se pueden reclamar daños y perjuicios si se demuestra mala fe del vendedor. Por eso es importante conservar mensajes, fotos, publicaciones y cualquier evidencia que demuestre el estado del auto al momento de la operación.
Otro punto fundamental es la revisión previa del vehículo. Aunque exista garantía legal, siempre es recomendable realizar una verificación técnica con un profesional de confianza antes de cerrar el trato. Muchas concesionarias ofrecen informes propios, pero lo ideal es complementarlos con una inspección independiente que incluya motor, chasis, frenos, suspensión, electrónica y estado general. Esto no solo evita futuros problemas, sino que también permite negociar un precio justo.
Además, al comprar un auto usado es imprescindible verificar que no tenga multas, inhibiciones, prendas o deudas pendientes. Para eso se pueden pedir informes como el Informe de Dominio, el Formulario 12, el Libre Deuda de Multas y el Registro de Verificación Policial. Estos documentos son claves para asegurarte de que el vehículo no presenta inconvenientes legales que puedan trasladarse al nuevo titular. Saltarse este paso puede convertirse en un serio dolor de cabeza más adelante.
Un aspecto que muchos desconocen es que los vehículos vendidos por comercios deben entregarse con todo en regla: título, cédulas, grabado de autopartes, verificación policial y documentación impositiva al día. La falta de alguno de estos requisitos no solo es irregular, sino que también puede ser motivo de reclamo por parte del comprador si genera problemas para la transferencia.
Por último, es importante leer con atención todo lo que se firma. Algunos contratos incluyen cláusulas que intentan limitar derechos, como la exclusión de ciertos desperfectos o la reducción de los plazos de garantía. Sin embargo, cualquier condición que contradiga la ley es nula. Si algo no parece claro, es mejor consultar con un abogado o especialista en derecho del consumidor antes de avanzar.